Alguien dijo que Dios creó a los gatos
para que el hombre pudiera acariciar
a los tigres. (Baudelaire hablaba de leones).
Así es, pasamos la vida acariciando gatos,
pero soñamos con tigres.
Y nuestros sueños rara vez se cumplen.
Y crecemos y nos hacemos viejos
en la más absoluta mediocridad.
Alguna tarde, sin embargo,
nos acercamos un poco más de lo habitual
al horizonte
y sin quererlo metemos la mano
en la jaula de la fiera.
Y entonces, una herida, un par de dedos menos,
o un muñón, nos dicen que existimos,
que todavía son posibles nuestros sueños,
que aun no es demasiado tarde para nada.
Y lucimos la derrota como si fuera una victoria,
porque siempre que hay una herida abierta
existe la posibilidad, por remota que sea,
de que un sueño se cumpla.
Entonces, por las noches, por un tiempo,
volvemos a soñar con tigres
y olvidamos darles de comer a nuestros gatos,
a nuestros viejos y gordos gatos…
Iosu Moracho
Por mucho que queramos a nuestros viejos y gordos gatos, espero que nunca dejemos de soñar con tigres.
ResponderEliminar