“Para todos, todo. Para nosotros, nada”
Subcomandante Marcos EZLN
“Seamos realistas, pidamos lo imposible”
Mayo francés 1968
“Sólo te pido que me bajes
una estrella azul”
Pablo Milanes
Pedimos lo que perdimos,
aquello que una vez fue nuestro
y ahora no.
El sosiego, el buen ánimo, los ojos sin guedejas,
un día sin lágrimas.
Las tardes en las que el sol se bañaba en el crepúsculo
y que nosotros concluíamos con aplausos,
porque la vida era un espectáculo que nos sucedía,
sólo para nuestros ojos.
Pedimos la luna
y nos la dieron.
Ese mismo día acabaron nuestros sueños,
quizás habíamos llegado a Ítaca demasiado pronto.
Entonces comenzamos a aprender lo mucho que teníamos que callar.
Hasta el silencio, dice Vladimir Holan, tiene mucho que callar.
Nosotros pedimos silencio
y la vida nos lo dio.
Un día, por justicia,
pedimos los dones de la tierra
y cuando nos miramos las manos
supimos que habíamos crecido por dentro y por fuera.
“Para todos, todo. Para nosotros, nada”
Y la nada era eso que nos llenó las manos.
Esa nada, nada inmensa y oceánica
de la que se nos escapan los peces de las manos.
Esa nada cósmica e interplanetaria
que nos dice que nada somos y no somos nada.
Esa nada en la que se confunde la tierra
cuando sale de nuestros puños apretados
como arena de un reloj de tiempo.
Nada que es agua inabarcable
que nos moja y reblandece
pero que no se deja atrapar por nada ni por nadie.
Nada que no es nada y que por eso mismo
es la posibilidad de todo,
como esas imágenes que se reflejan en un espejo
y que son verdad sólo en una de las dos partes.
Nada que no te puedes llevar.
Nada que es tuya y nuestra,
porque nacimos sin nada y con nada.
Nada que nos espera como futuro, premio, paraíso o esperanza,
porque en nada esperamos y por nada esperamos.
Nada más.
Infinita e íntima nostalgia.
La tristeza nos fecunda como un amante parásito
del que tarde o temprano habremos de liberarnos.
Cosas que se piden por pedir,
porque cuando faltan
uno las echa de menos
como brasas que dan calor en la hoguera,
como abrazos para abrigarnos el frío de la vida,
como canciones que con su aliento piden cosas imposibles,
estrellas azules o supernovas en medio de la noche.
Pedir y dar. Dar y pedir.
Hay que ser muy valiente
para andar pidiendo cosas
que la vida nos puede dar.
Quizás, después de todo, lo más importante sea
aprender a callar,
aprender ese silencio
que nos llena las manos de estrellas azules…
Iosu Moracho
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