Desierto
50x50 cms
óleo sobre tabla
Diana Iniesta
Diana Iniesta
Desierto
Me escriben desde las arenas
una carta cálida con atardeceres de embrujo.
El Harmattán agita la lona de mi jaima, dice,
entonces sé que existo.
Si hay niebla sobre las dunas de esta ciudad tranquila
y tengo la garganta seca y polvorienta
sé que los alisios me traen tus palabras de arena,
tu palabra-alma, hermana.
Verás, hoy temblaba, tenía dudas.
Iba por el camino golpeando a los guijarros,
alguno de ellos volaba muy lejos.
No obstante, las piedras se reían de mí
cuando crepitaban unos metros más allá.
Atardecía.
El sol irisó las nubes,
las cortó en tiras, en filetes, en lonchas
para hacer tajines con ellas, escalopes
para cenar esta noche.
Luego las traspasó de luz.
Un pájaro negro surgió volando desde mi espalda.
Se fue hacia el ocaso,
hacia ese sol velado por el viento que cura.
Entonces sonreí.
Sí, Dios existe porque ha creado la belleza.
Hermano, me dijiste una vez,
no es el desierto el que mueve la arena,
es la arena la que mueve el desierto.
Por eso sé que yo también existo.
Iosu Moracho
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