Sufrimos de palabras

Leo tu poema… “Sufrimos de palabras”
y me lo llevo a caminar, mientras paseo a Luna, mi Golden Dorada.
Creo que las palabras
son alimento del corazón,
pero los silencios, lo son del espíritu.
A menudo, las palabras tocan el corazón, -nos conmueven-,
lo cual significa que nos movemos y actuamos por su mediación.
Pero los silencios, esos que no se ponen al final de la frase,
sino que son toda la frase, traspasan el espíritu.
Vienen de más allá y van más allá…

Un pintor, una pintora…
es una poeta -que se ha quedado sin palabras-
que ha trascendido las palabras
y ha hecho acopio de imágenes sensibles a los sentidos.

Por eso la pintura no se dirige al corazón,
aunque nazca de él, sino al espíritu. Y busca así
lo más profundo que hay en nosotros.

La pintura emplaza al alma
y desde ahí a los sentimientos.

Una imagen vale más…

Y sin embargo las palabras son necesarias, imprescindibles,
porque la realidad es inabarcable
y necesitamos metáforas para defendernos de aquello que no podemos asumir en su totalidad -cómo hablar sino del mar-.

Palabras que nombran
y palabras que callan.

Silencios que gritan
y que se cuajan
en el hondo latido de la noche.

Gritos del silencio…

“En la tristeza todo se vuelve alma”, decía Cioran

Todo lo humano, lo divinamente humano, nos trastoca.

¿De qué sirven las pobres palabras
frente a tan “gran enemigo”?

Al menos las imágenes dejan claro de qué se trata…

Será que lo humano, al fin y al cabo nos deshumaniza.

Entonces mi perra comenzó a ladrar
y tuve que tirarle una piedra y después otra y otra más.
No me trajo ninguna.

Iosu Moracho

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